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viernes, 9 de mayo de 2008

Dios despierta el líder que hay en ti


La historia cuenta de grandes hombres a los que las circunstancias los convirtieron en líderes. No que la suerte los convirtiera en líderes sin capacidad, sino que estos hombres se vieron forzados a emprender las tareas que debían ser hechas y las difíciles circunstancias que les rodeaban pedían la responsabilidad y el coraje que otros no estuvieron dispuestos a correr.

En el libro de libros, la Biblia, la palabra de Dios, vemos líderes de gran valor, hombres arrojados y llenos de pasión por la encomienda que Dios les trazó. Sin embargo, no siempre fue así. No siempre fueron líderes, sino hombres temerosos, hombres con muchos pretextos que tantas veces vacilaban por el temor, pero que luego comprendieron que la fuerza de su liderazgo no era algo que dependía de sus habilidades humanas, sino que estaba fundado en la capacitación y la ayuda que viene de Dios.

Meditaba esta mañana en el libro del Éxodo y me preguntaba ¿Cuándo cruzó Moisés esa línea divisoria entre el hombre asustado y el líder poderoso? Ya lo vemos en el capítulo 4 del Éxodo diciéndole a Dios que el pueblo no le iba a creer; luego pone como excusa que era torpe de lengua (se cree que tartamudo),e inmediatamente y aún cuando Dios le estaba diciendo que Él había dado boca al hombre y que había hecho todas las cosas, Moisés se destapa con que enviara a otro. Naturalmente Dios se enojó contra él y le puso por ayuda a su hermano Aarón. Dios le dio una misión y a Moisés no le quedó más que ir.

Interesantemente, después de haber hecho las primeras señales ante faraón, no volvemos más a ver a Moisés hablando a través de Aarón, muy al contrario, lo vemos lleno de energía hablando a faraón con autoridad hasta el punto que faraón se enojó y le dijo "guárdate de que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que veas mi rostro, morirás..."(Éxodo 11.28)

¿Cuándo se produjo el cambio? ¿Cuándo dejó Moisés las excusas para convertirse en el líder poderoso que llegó a ser?

En primer lugar: Cuando entendió que servía a un Dios vivo, de quien proviene el poder para triunfar.

Segundo: Cuando pudo ver que la fuente del poder nos es dada cuando nos sometemos a la voluntad de Dios, conociendo que no es nuestra fuerza la que va a hacer grandes hechos en la vida, sino la fuerza de Dios que mora en nosotros. No es suficiente que creamos que Dios tiene el poder, también es necesario que le creamos respecto de lo que él nos ha dicho que hará por medio de nosotros.

Tercero: Dios espera que obedezcamos. Así de sencillo. Obedecer. Con todo y las excusas de Moisés, éste se levantó para ir a hacer lo que Jehová le mandó a hacer. ¿Estamos ociosos? ¿Estamos buscando lo que nos gusta para dedicarnos a ello en la obra del Señor o estamos dispuestos a correr la carrera sin poner condiciones?

En cuarto lugar, pero no menos importante, Dios espera integridad de nuestra parte. Fíjese que Moisés repetía al pueblo los estatutos que Dios le daba para que fuesen cumplidos. Visto desde otra perspectiva, Moisés era quien debía dar el ejemplo del cumplimiento de los mandamientos de Dios. A veces la gente busca liderazgo como una fuente de poder humano. Les gusta controlar a otros y ser reconocidos; es triste ver que esos seudo-líderes no tienen quién los supervise a ellos porque se sienten que no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Esto podrá pasar desapercibido ante los ojos de los demás pero no de Dios.

Si ha sentido el llamado de Dios al liderazgo de algún ministerio cuídese de que no sea una ilusión por el cargo; las ilusiones pronto se desvanecen y la realidad suele ser no tan agradable como se creía. El líder espiritual goza de grande reputación, pero también está sujeto a los sufrimientos y pruebas que encierra la misión que le ha sido encomendada. No son pocos los que han fracasado debido a la aplicación de principios humanos y psicológicos antes que una verdadera guía del Espíritu Santo. He aquí la clave: La guía del Espíritu Santo para todo lo que hayamos de emprender. Los resultados no se harán esperar.

Que Dios le corone con una bendición enorme.

Carlos Mancebo

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